Alejandro Alayza

La curadora de la muestra retrospectiva de Alejandro Alayza titulada “De cuentos y oficios” realizada en la Galería Germán Krüger Espantoso del Instituto Cultural Peruano Norteamericano de Miraflores, dice: “El lugar de Alejandro Alayza en el imaginario de la escena plástica limeña es indesligable de la identidad de la Facultad de Artes Plásticas de la Pontificia Universidad Católica del Perú (en donde enseña desde el año de 1974) y, por lo tanto, de uno de los métodos de enseñanza artística que ha marcado la formación de cientos de creadores visuales peruanos a finales del siglo XX e inicios del XXI” (del cual Alayza es gran responsable de ello en las últimas tres décadas).

Destacó el color y la luz como dos factores importantes en la obra de Alayza. “Antes que nada recalco de la pintura de Alejo, la extraordinaria versatilidad del color, la extensa sinfonía de matices con los que va labrando la luz en el cuadro y digo labrando porque él aplica el color no como la pincelada graciosa que añaden algunos impresionistas sino como un empaste que parece tallado en la materia”, finalizó.

La belleza de los cuadros de Alejo Alayza bordea el terror de la Primera Elegía de Duino. Rilke escribe: ¿quién si yo gritara me escucharía? Rilke exagera porque no es necesario gritar; ¿quién si yo hablara me escucharía? es suficiente. La belleza, la belleza despojada de lenguaje, esa belleza nosotros difícilmente somos capaces de soportarla. Pero esa es la belleza de los cuadros de Alayza. Una belleza que finalmente amenaza con destrozarnos.

Destrozarnos, porque lo hará de espaldas a nuestras palabras, desvalidos de nuestro lenguaje. Sus cuadros, su obra, imponen victoriosamente el silenciamiento del ruido verbal y el pasaje transparente hacia lo indecible visual; pasaje tanto más brutal, cuanto se hace sin echar mano de metáfora ni anécdota.

La pintura de Alejo nos invita no solo a conectar con la naturaleza sino a habitar en ella. Nos recuerda, como decía Benedictus Spinoza, que no somos un imperio dentro de otro imperio. O como bien señalaba Santiago Manuim, que el bosque, el aire, los cerros, son nuestros hermanos. Nos une a ellos un vínculo fraternal y al mismo tiempo, sagrado. Y es justamente en ese vínculo primordial en el que nos sitúan los paisajes de Alejo. Son como un reencuentro con el paraíso perdido. Nos permiten respirar la atmósfera que el alma humana necesita para sobrellevar la realidad que somos y soportar aquella en la que estamos inmersos. Gracias, Alejo, por la serenidad que emana de la luz de tus remansos, de tus nubes y tus montañas.

Alayza es un artista y un maestro. Artista. porque ha representado de manera sutil los paisajes peruanos y la vida cotidiana que contienen, en su sencillez aparente, la conexión del ser humano con la tierra y la manera en que él construye sus significados con los objetos que delinean su hogar en el amplio campo que nos crea el horizonte. Maestro, porque ha formado varias generaciones de otros artistas elevando su tarea de docente a la calidad que nos ofrecen como legado los trabajos que cumplieron nuestros siempre recordados Adolfo Winternitz y Anna Maccagno.

Pintor y maestro se interpenetran en la vida de Alejandro. El dedicado trabajo de representar figuras de la experiencia diaria no es en él más artístico que el sabio despertar de las virtudes de las almas jóvenes que ama realizar. En su persona se enlazan de tal modo la pasión por entregar y la generosidad con el espíritu creativo operándose así una fusión que nos habla finalmente de un ser humano dadivoso que con excelencia traduce a través de la obra de arte y de la enseñanza un mensaje sabio que nos acerca a la comprensión de nuestro ser-en-el-mundo. Encuentre en él la figura icónica del hombre laborioso, del amigo generoso y leal, de la persona que ha sabido hacer de su existencia un hermoso cuadro que refleja la vida buena.